Me sonríes y me escondo, sonrojada por la vergüenza de admitir que me gusta tu sonrisa cuando me la dedicas. Me hablas y me callo consciente de que mi silencio habla por si solo. Me tocas y tiemblo, perezosa por abandonar tu tacto sin poder remediarlo.
Te callas y pienso que podría ser feliz despertando a tu lado cada mañana, saboreando tus labios sobre los mios, tus besos sobre mi piel...
Descubro tu ternura en cada gesto, sorprendida por las palabras que dedicas sin aparentar esfuerzo alguno.
Me embriago con las copas desbordadas de carcajadas, saturadas de alegría con pequeñas perlas de complicidad.
Quiero abandonarme en tus brazos y que nadie me descubra nunca allí...
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