Hay cosas por las que merece la pena luchar. Los que me conocéis sabéis que no me rindo a las primeras de cambio, que aunque la cosa esté difícil lo intento hasta el final. Quise ser periodista, lo tuve complicado y muchas veces pensé en tirar la toalla, pero merecía la pena, merecía la pena porque era lo que había soñado desde muy pequeñita. Y lo conseguí, no paré hasta que me convertí en periodista.
Pero luego hay otras cosas que, aunque merezcan la pena, no sirve de nada luchar por ellas. Porque aún sabiendo que es lo que quieres, el esfuerzo no se ve recompensado. Porque duele, porque el proceso de lucha te va minando poco a poco, acabando con tus energías, porque no vale la pena que por 5 minutos de resultados pases una semana horrible.
Sé lo que quiero, sé que quiero luchar por ello, sé que merece la pena, pero también sé que me hace daño, que me va a seguir haciendo daño, quizás cada día más... así que ha llegado el momento de rendirse. De darse por vencida. No como si fuese una derrota, sino como un paso nuevo, un paso hacia delante, un paso hacia algo que merece la pena y que no duele.
sábado, 4 de febrero de 2012
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